Gerry Fleck (Eugene Levy) dice: "¡No puedo bailar! ¡No puedo! ¡Tengo dos pies izquierdos!". Y la cámara empieza a descender lentamente, de su cara a sus extremidades, para verificar sus palabras. Es uno de los momentos cumbre de "Very Important Perros" (2000), penúltima entrada en el canon de falsos documentales de Christopher Guest. En su ensayo F Is for Phony. Fake Documentary and Truth’s Undoing, Alexandra Juhasz indica que el gran triunfo de Guest fue aplicar a personajes fundamentalmente ridículos un lenguaje (el documental) que, hasta entonces, se utilizaba para dejar constancia de hitos de la ciencia o acontecimientos históricos. En cierto sentido, continúa Juhasz, Christopher Guest precognizó la telerrealidad, el único género documental que no se centra en sujetos relevantes, sino que reviste de una cierta sensación de relevancia a sujetos que, sencillamente, no existirían de otro modo. Al final de "Very Important Perros", Gerry Fleck y su mujer aprovechan sus quince minutos de fama para grabar un disco de rap con los sonidos de su perro, ganador de un concurso canino. En otras palabras, deciden creerse y, de paso, rentabilizar su presunta relevancia.
En The Office (2001-2003), Ricky Gervais y Stephen Merchant inauguraron un nuevo género, la falsa telerrealidad, que defendía una postura opuesta a la de Guest: sus sujetos, oficinistas grises, no parecían especialmente entusiasmados con la idea de que unas cámaras de televisión les fueran a proporcionar un pase al estrellato. Solamente el jefe, David Brent (Gervais), aprovechaba su aparición en el reality para vivir una forma especialmente humillante de fama líquida, pero el público tenía dificultades para decidir si lo recordaban del programa de la oficina o de otro, ambientado en un aeropuerto.
Los protagonistas de Anvil! The Story of Anvil (2008) comparten una desgracia similar a la de Brent: tras arrasar en el Tokyo Super Rock Festival de 1984 y ganarse la admiración de estrellas como Slash y Lars Ulrich, estos autodenominados "semidioses del metal canadiense" fueron víctimas del olvido generalizado del público. Tras décadas tocando en bares de su barrio y acaptando trabajos basura para mantener a su familia, el líder Steve Lips Kudlow se enfrenta a una desastrosa gira por Europa y a la posibilidad de que su disco número trece sea, por fin, el que coloque a Anvil en su merecido lugar en el firmamento del rock duro. Como premisa para un falso documental en la línea del clásico guestiano "This Is Spinal Tap" (1984), "Anvil!" es casi perfecta. El problema es que se trata de un documental en toda regla y Anvil es una banda real. Su historia, sus miserias, son auténticas. Cuesta creerlo, especialmente si tenemos en cuenta los nombres de sus máximos responsables —el batería Robb Reiner, el director Sacha Gervasi—, pero "Anvil!" no es un mockumentary. Por eso, es imposible no sentirse culpable cuando uno ve a Lips llorando de emoción por el dinero que su hermana le ha prestado para poder sacar adelante el disco. "Family is important shit, man". Y el espectador intenta ahogar la carcajada, pero no puede. Así, "Anvil!" va un paso más allá que "The Office" en su concepción de la comedia como motor de incomodidad, principalmente porque esto (a pesar de las apariencias) no es una comedia.
Las comparaciones con "Spinal Tap" son inevitables, pero realmente sólo hay una opción si queremos preparar un programa doble: Some Kind of Monster (2004), otro rockumentary que parece, en realidad, una calculadísima comedia. Sin embargo, mientras que Metallica convierte sus sesiones de terapia en un desopilante choque de egos (Ulrich, proselitista número uno de Anvil, sale especialmente mal parado), Anvil se sitúa en el lado opuesto de la balanza. Ver a la banda tocando ante un público de fans entregados que se puede contar con los dedos de una mano es una experiencia casi límite, un crudo testimonio de lo crueles que pueden llegar a ser los sueños del rock. "Anvil!", la primera obra maestra verdadera que he visto en lo que llevamos de 2009, culmina con un clímax que habla de redención y emoción auténtica en unos términos con los que "The Wrestler" (2008) y "Slumdog Millionarie" (2008) sólo pueden soñar.
Anvil!: The Story of Anvil (2008) Director: Sacha Gervasi. Música: David Norland y Anvil. Fotografía: Christopher Soos. Duración: 90 minutos.