Blockbusters '05: "La Guerra de los Mundos"
Bueno, pues ya la he visto. En pase de prensa, en una sala no muy grande y con medidas de seguridad absurdas, pero ya la he visto. Así que, antes de que se me pase el impacto, ahí va la crítica. ADVERTENCIA: pequeños spoilers por aquí y por allá, pero nada serio.
Es prácticamente imposible ver una adaptación de "La Guerra de los Mundos", de H.G. Wells, sin imaginar un subtexto político: la novela, escrita en 1898, era la reacción de su magistral autor ante los excesos del imperialismo británico (colonialismo a la cabeza), además de un visionario pronóstico de los horrores que traería el inminente siglo XX. Del mismo modo, las dos versiones mayores del seminal texto de Wells han surgido (como es bien sabido) en épocas de especial crispación sociopolítica: así, el pánico que provocó la transmisión radiofónica orquestada por Orson Welles a finales de los 30 se alimentó del miedo arraigado en Estados Unidos de una invasión alemana o japonesa, y la insípida versión cinematográfica de George Pal y Byron Haskin supuso el mainstream de esa cinematografía de serie B que escribía marciano donde claramente debería poner comunista. En otras palabras: la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría proporcionaron el caldo de cultivo idóneo para que el público experimentara auténtica una catarsis ante una invasión alienígena que les hablaba de forma casi subliminal. Steven Spielberg, en cambio, rechaza que se hagan interpretaciones políticas de su último largometraje. Afirma que esta espectacular revisión de la novela de Wells es un experimento narrativo sobre las claves del terror y el suspense, y que no nos está hablando en clave de los tiempos confusos y feroces que nos ha tocado vivir.
¿Son terroristas?, pregunta una asustada Dakota Fanning cuando contempla, desde un coche robado, la destrucción de un puente: desde ese preciso instante, el espectador no puede más que ignorar las declaraciones de Spielberg y decidir que, tanto él como su lujoso guionista David Koepp, han concebido una de las películas que mejor capta la esencia de un mundo post-11 de septiembre en el que nada (ni siquiera los blockbusters) volverá a ser igual que antes. Es posible que Spielberg no sea consciente de ello, pero su "Guerra de los Mundos" tiene mucho más subtexto del que le gustaría admitir: el personaje de Tim Robbins representa a la perfección la paranoia que ha absorbido a la sociedad norteamericana durante estos últimos cuatro años. En ese sentido, los que temían que Koepp se limitara a adaptar la historia de Wells a nuestros días no podían estar más equivocados, ya que este personaje es el reflejo actualizado de aquel tenebroso vicario que, en la novela de Wells, parecía pronosticar los horrores del nazismo décadas antes de que ocurrieran. En ambos casos, el protagonista deberá enfrentarse a esta personalización de un horror coyuntural para poder alcanzar la conclusión del relato, pero Spielberg añade (si cabe) aún más tensión moral a este enfrentamiento de alto poder metafórico.
Todo aquel que pusiera el grito en el cielo cuando los lectores de la revista Empire eligieron a Spielberg como el mejor director de todos los tiempos tiene en su último largometraje razones suficientes para callarse la boca. El autor de "Tiburón" se revela aquí como un mago del plano-secuencia imposible, como un auténtico maestro de la narración y los sentimientos, dotado de un sentido de la maravilla sin límites: el ataque del primer trípode es de lo mejor que vamos a ver este año en una pantalla de cine, pero es que estamos hablando de un blockbuster en el que hasta las escenas de transición tienen muchísima más personalidad que cualquiera de las de "Batman Begins". "La Guerra de los Mundos" es un auténtico tour de force (no olvidemos que se rodó en apenas un año) para un director aficionado a los retos, con talento suficiente como para hacernos olvidar que nadie se cree a Tom Cruise en su papel de obrero o que (como ya ocurría en "Minority Report" o "La terminal"), sus dos de pecho suelen acabar con un pequeño carraspeo. Al contrario que Alan Moore y Kevin O'Neill en su magistral, impecable adaptación de la obra de Wells ("The League of Extraordinary Gentlemen Vol. II"), Spielberg y Koepp deciden no arriesgar nada en la conclusión del relato y darle al público lo que quiere. Lo cual es una pena... pero es una pena asumible si viene precedida del espectáculo cinematográfico más avasallador, profundo, oscuro y emotivo de este verano.
Y quizá de este año.
Es prácticamente imposible ver una adaptación de "La Guerra de los Mundos", de H.G. Wells, sin imaginar un subtexto político: la novela, escrita en 1898, era la reacción de su magistral autor ante los excesos del imperialismo británico (colonialismo a la cabeza), además de un visionario pronóstico de los horrores que traería el inminente siglo XX. Del mismo modo, las dos versiones mayores del seminal texto de Wells han surgido (como es bien sabido) en épocas de especial crispación sociopolítica: así, el pánico que provocó la transmisión radiofónica orquestada por Orson Welles a finales de los 30 se alimentó del miedo arraigado en Estados Unidos de una invasión alemana o japonesa, y la insípida versión cinematográfica de George Pal y Byron Haskin supuso el mainstream de esa cinematografía de serie B que escribía marciano donde claramente debería poner comunista. En otras palabras: la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría proporcionaron el caldo de cultivo idóneo para que el público experimentara auténtica una catarsis ante una invasión alienígena que les hablaba de forma casi subliminal. Steven Spielberg, en cambio, rechaza que se hagan interpretaciones políticas de su último largometraje. Afirma que esta espectacular revisión de la novela de Wells es un experimento narrativo sobre las claves del terror y el suspense, y que no nos está hablando en clave de los tiempos confusos y feroces que nos ha tocado vivir.
¿Son terroristas?, pregunta una asustada Dakota Fanning cuando contempla, desde un coche robado, la destrucción de un puente: desde ese preciso instante, el espectador no puede más que ignorar las declaraciones de Spielberg y decidir que, tanto él como su lujoso guionista David Koepp, han concebido una de las películas que mejor capta la esencia de un mundo post-11 de septiembre en el que nada (ni siquiera los blockbusters) volverá a ser igual que antes. Es posible que Spielberg no sea consciente de ello, pero su "Guerra de los Mundos" tiene mucho más subtexto del que le gustaría admitir: el personaje de Tim Robbins representa a la perfección la paranoia que ha absorbido a la sociedad norteamericana durante estos últimos cuatro años. En ese sentido, los que temían que Koepp se limitara a adaptar la historia de Wells a nuestros días no podían estar más equivocados, ya que este personaje es el reflejo actualizado de aquel tenebroso vicario que, en la novela de Wells, parecía pronosticar los horrores del nazismo décadas antes de que ocurrieran. En ambos casos, el protagonista deberá enfrentarse a esta personalización de un horror coyuntural para poder alcanzar la conclusión del relato, pero Spielberg añade (si cabe) aún más tensión moral a este enfrentamiento de alto poder metafórico.
Todo aquel que pusiera el grito en el cielo cuando los lectores de la revista Empire eligieron a Spielberg como el mejor director de todos los tiempos tiene en su último largometraje razones suficientes para callarse la boca. El autor de "Tiburón" se revela aquí como un mago del plano-secuencia imposible, como un auténtico maestro de la narración y los sentimientos, dotado de un sentido de la maravilla sin límites: el ataque del primer trípode es de lo mejor que vamos a ver este año en una pantalla de cine, pero es que estamos hablando de un blockbuster en el que hasta las escenas de transición tienen muchísima más personalidad que cualquiera de las de "Batman Begins". "La Guerra de los Mundos" es un auténtico tour de force (no olvidemos que se rodó en apenas un año) para un director aficionado a los retos, con talento suficiente como para hacernos olvidar que nadie se cree a Tom Cruise en su papel de obrero o que (como ya ocurría en "Minority Report" o "La terminal"), sus dos de pecho suelen acabar con un pequeño carraspeo. Al contrario que Alan Moore y Kevin O'Neill en su magistral, impecable adaptación de la obra de Wells ("The League of Extraordinary Gentlemen Vol. II"), Spielberg y Koepp deciden no arriesgar nada en la conclusión del relato y darle al público lo que quiere. Lo cual es una pena... pero es una pena asumible si viene precedida del espectáculo cinematográfico más avasallador, profundo, oscuro y emotivo de este verano.
Y quizá de este año.
6 comentarios
Mycroft -
H.G.Wells me gusta, así que no se si me gustará...
REFO -
Mañana leo este post. Después de ver la película.
Saludos.
Noel -
bannister -
Noel -
Ah, y colaboro en la revista AB.
Javi -
PD.- ¿Pase de prensa? ¿A qué prensa pertenece usted, si no es indiscreción?