El monstruo en el espejo
El otro día comentaba con Alvy una película que a ambos nos fascina: la adaptación de Frankenstein que rodaron los extraordinarios caballeros de los Edison Studios en 1910. Para los que no la hayáis visto (y os recomiendo que la hagáis en este momento), se trata de una joyita silente de 12 minutos que no solamente pasa por ser la primera versión cinematográfica de la inconmensurable novela de Mary Shelley, sino que además es considerada como la primera película de terror de la Historia. Lo que muchos libros omiten es que también es muy probable que se trate de uno de los mejores "Frankensteins" que se han rodado jamás, a la altura de clasicazos como los que rodaron James Whale o Terence Fisher. Sí, lo sé: su puesta en escena es todo lo teatral que se espera de una década en la que el cine aún estaba emitiendo sus primeros balbuceos, sus trucajes (presentes sobre todo en la creación del monstruo) son de un candor casi irrisorio y no deja de ser, al fin y al cabo, una versión ultrasimplificada del complejo cuento gótico original. Sin embargo, esta película produce la palpable sensación de que hay mucho más de lo que parece a simple vista, como ese "Nosferatu" lleno de claves esotéricas que resultan indescifrables para el espectador no versado (de todas las épocas). Está claro que el tal J. Searle Dawley no es Murnau ni contaba con un Albin Grau en su equipo, pero su cortometraje puede ser interpretado como un certero acercamiento al tema del doppelgänger, tan presente en la novela y tan ignorado por muchas de sus adaptaciones. Las escenas en las que el doctor Frankenstein y su criatura comparten plano están concebidas e interpretadas de una manera tan concreta que uno no puede dejar de pensar que sus responsables tenían a Guy de Maupassant muy presente cuando las rodaron (o, sin ir más lejos, al propio Percy Bysshe Shelley, que también escribió sobre su doble siniestro).
Por supuesto, es probable que estemos leyendo en un filme pionero mucho más de lo que hay en realidad: al fin y al cabo, la propia estacidad de la puesta en escena puede llevar al espectador moderno a conclusiones que los cineastas del pasado nunca se habían siquiera planteado. Ya sea involutanrio o producto de un plan secreto, lo cierto es que el subtexto de este "Frankenstein" es considerable, especialmente en un clímax final de lo más memorable. En él, el monstruo (que acaba de irrumpir en la noche de bodas de su creador) se mira en el espejo, se horroriza y... desaparece, quedando solo su reflejo. Frankenstein entra y se mira en el espejo: durante unos segundos, lo que ve en él no es su propio reflejo, sino a su criatura. Frankenstein se mira en el espejo y ve a su criatura. Hoy nos puede parecer un simbolismo de preescolar, pero hay que tener en cuenta que era 1910: si, en sus primeros pasos, el cine fue capaz de interpretar de una manera tan audaz un clásico como el de Mary Shelley, tal vez habría que empezar a preguntarse en qué momento se truncó su proceso de evolución.
5 comentarios
Noel -
Aura -
Le recomiendo mucho otro corto mudo fantástico: "Le Avventure straordinarissime di Saturnino Farandola". Sólo el título es prometedor, pero los escasos minutos que dura no tienen desperdicio.
Un saludo.
Noel -
http://www.worldfamouscomics.com/bakersdozen/back20030813.shtml
Alvy Singer -
freddyvoorhees -