El mundo ama a un escritor reclusivo
Uno de los rumores más asombrosos sobre Thomas Pynchon (quien, por cierto, publica hoy nueva novela) afirmaba que él y el Unabomber eran la misma persona. También se dijo que fue simpatizante de los davidianos de Waco y que publicaba cartas en periódicos locales de California bajo el seudónimo de Wanda Tinasky, una anciana sin techo. En 1997, un equipo de la CNN lo esperó a las puertas de su casa para que les hablara de su recientemente publicado "Mason & Dixon": Pynchon montó en cólera y advirtió a los periodistas que se cuidasen mucho de emitir las imágenes. Cuando estos le preguntaron a qué se debía su naturaleza reclusiva, el autor contestó: "Creo que ’reclusivo’ es una palabra en clave inventada por la prensa. Significa: ’no le gusta hablar con reporteros’".
Pynchon es, probablemente, el último en una larga estirpe de escritores poco amigos de la exposición pública, una estirpe que pudo comenzar con Emily Dickinson y que incluye nombres tan ilustres como J.D. Salinger o Peter Gallo. Hay uno que me parece especialmente fascinante: B. Traven, el muy misterioso autor de "El tesoro de Sierra Madre" (1927), un tipo tan reclusivo que aún no lo han logrado identificar por completo. Al parecer, sabemos que nació en Chicago alrededor de 1890 (o en Alemania en 1882), que fue conocido por varios nombres en los diferentes periodos de su vida, que pasó una larga temporada en México y que murió en 1969. También es posible que fuera un hijo ilegítimo del emperador Guillermo II o que fuera Ambrose Bierce. En cualquier caso, sabemos a ciencia cierta que John Huston leyó "Sierra Madre" en 1936 e inmediatamente pensó en adaptarla a la gran pantalla. Tras varios años cortejando a Traven para que diera el visto bueno y a Jack L. Warner para que le dejase rodar en México (y no en la comodidad de un plató), Huston consiguió poner en marcha su proyecto en 1947. Para entonces, el cineasta estaba totalmente fascinado por el halo misterioso de Traven, tanto que decidió ignorar su fama de reclusivo y le propuso colaborar tanto en la escritura del guión como en el rodaje en exteriores. Naturalmente, el autor declinó la oferta, aunque se comprometió a enviar a un buen amigo suyo, Hal Croves, como asesor técnico. Para sorpresa de Huston, Croves aseguró nada más llegar que sólo iba a pedir 150 dólares semanales por participar activamente en un rodaje que se preveía muy exigente ("Sierra Madre" fue una de las primeras películas que se rodaron casi íntegramente en exteriores). El estudio le ofrecía 1.000 a la semana. Croves se negó en redondo.
No hace falta ser excesivamente perspicaz para deducir que, muy probablemente, Croves era Traven. Un Traven de incógnito. Otra personalidad más del misterioso escritor. Evelyn Keyes, la mujer de Huston, declaró más tarde estar convencida de ello: Croves recitaba de memoria cada palabra de los intercambios epistolares que habían tenido lugar entre Traven y Huston, asegurando luego que su jefe le había facilitado las cartas para que desempañara mejor su trabajo. Además, cuando alguien le preguntaba su opinión acerca de un pasaje de la novela, era frecuente que Croves hablara de ella y de las intenciones de su autor en primera persona del singular. Quizá la presencia (camuflada) del auténtico B. Traven es lo que convierte a "El tesoro de Sierra Madre" en una adaptación casi intachable. Quizá David Fincher ruede "V." algún día, y quizá Pynchon mande al set a un asesor, Laszlo Jamf, para asegurarse de que a nadie se le escapa el concepto calvinista de la predestinación.
7 comentarios
Hongos -
elhombrecohete -
Alvy Singer -
Voy a tope, eso sí, con no rodar nunca ninguna novela de Pynchon. No tendría sentido. Bueno, vale, igual V. por Fincher y la subasta del Lote 49 por un roto-Linklater.....
Frunk -
Frunk -
El gotico -
Apático -