El casi obligatorio post de adiós a Robert Altman
La primera película de Robert Altman que vi fue "El juego de Hollywood", la sátira vitriólica que estrenó en 1992 para recordarles a todos esos peces gordos de Hollywood que aún seguía con ganas de pelear (y de morder). Tal vez no sea la mejor manera de acceder a su filmografía, pero no hay duda de que es una de las más espectaculares: ese gigantesco plano secuencia inicial, con sus coqueteos metalingüísticos (ese diálogo sobre lo largo que es el, eh, gigantesco plano secuencia inicial de "Sed de mal"), sus actores con carta blanca para improvisar, su acertada ironía y su cámara-testigo contienen prácticamente todas las claves secretas del Altman que amo. La segunda película suya que vi fue "El doctor T. y las mujeres", que contiene todas las claves secretas del Altman que detesto. Con esto no quiero decir que ayer no se nos haya ido un maestro: no hay duda de que así ha sido. También quiero dejar claro que el Altman que amo le gana ampliamente el pulso al Altman que odio. Lo que quiero decir es que él, como sus personajes, estaba lleno de contradicciones, de altibajos, de momentos de gloria a los que les seguía un gran bajón (y viceversa). Que era, en suma, un cineasta muy humano, pero, ante todo, un cineasta muy valiente. Extremadamente valiente.
Hay una película de Altman que muy pocos están recordando en esta emotiva y merecida catarata de homenajes que está recibiendo el maestro del naturalismo: me refiero a Secret Honor (1984), una miniatura magistral dirigida por un hombre que será recordado por sus repartos espectaculares. El Altman de "Secret Honor" es, en muchos sentidos, muy distinto al Altman de "Nashville" o de "Vidas cruzadas (Short Cuts)": aquí tenemos a un único actor en un único decorado, y además en tiempo real. Sin embargo, esta es una película tan altmaniana como sus grandes obras corales, con el estilo libérrimo y la toma de riesgos que le convirtieron en uno de los directores clave del cine americano de los 70. También está presente su total comprensión y respeto por la labor de los actores, inédita en un director norteamericano: al cederle la parte del león a un enmudecedor Philip Baker Hall, "Secret Honor" demuestra que, en ocasiones, un cineasta ha de ser invisible (sí, ahí va otro piropo: Altman también sabía ser generoso). Y estamos hablando de un tipo que, cuatro años antes, había hecho algo tan radicalmente distinto como la deliciosa "Popeye"; y que tres años después le dedicaría una película a dos personajes como O.C. y Stiggs. Por eso le perdono las películas malas. Porque era un director que no podía estar quieto, que no paraba de reinventar géneros, de contar historias distintas, de emprender nuevos caminos, de tocarle las narices a la ortodoxia. Y porque cerró su filmografía con una comedia alocada en cuyo rodaje no dejó de meter mano a Lindsay Lohan.
Por todo ello, esta noche brindo por usted, Mr. Altman.
7 comentarios
Queco -
Nacho -
Su deceso una pena, como bien decís.
Noel -
Vigalounge -
Noel -
Mycroft: Es buenísima, y una más que clara inspiración para nuestro amigo El Nota.
Mycroft -
Alvy Singer -
¡Pues si! El largo adiós responde perfectamente a esa brillante heterodoxia de la que tan bien hablas (claro que si).
Me gusta mucho a mi Short Cuts porqué no es exactamente una película que adapte a Carver con reverencia, sino que continua desafiando al espectador. Altman respeta a Carver pero se respeta a si mismo y es capaz de dar su visión de trozos de vida y lo que le interes a Altman, que no a Carver, es como esos personajes se cruzan en un gran caos. Y por eso amo tanto esa película que viene unida por jazz (también amo mucho Kansas City, otro desafio a la heterodixa) y que se resume en esa canción que tanto me gusta que se llama Prisoner of Life.
¡Un saludo!