Perdido en la Casa Encantada
1. "Lost in the Funhouse" es, con toda probailidad, la obra metanarrativa más importante de la literatura anglosajona. Su autor, el gigantesco John Barth, escribió esta colección de relatos con la convicción de quien sabe que está emprendiendo un camino sin retorno, un camino que solo tiene un final posible: la total aniquilación de la inocencia del lector. Para entendernos, digamos que "Lost in the Funhouse" es a la narrativa de ficción lo que "Watchmen" fue al cómic de superhéroes: su summa, su cumbre, pero también su golpe de gracia. La complejidad del relato que da título a la colección es tal que existen multitud de ensayos y guías de lectura (como esta) para evitar que el lector no experimentado se pierda por su laberíntica estructura. Digamos que un libro que empieza con una sugerencia para que el lector arranque una parte de la primera página no es para todos los paladares. Mucho menos si con ese trozo de papel se puede formar una tira de Moebius que pone de manifiesto la banalidad intrínseca de la novela.
2. Publicada por vez primera en 1967, "Lost in the Funhouse" es y no es la narración de un amor veraniego preadolescente con una feria costera como marco incomparable. El protagonista (que es y no es el propio narrador-autor) se llama Ambrose, tiene trece años, un hermano mayor y se encuentra irremediablemente atraído por Magda, una chica de su edad cuyo padre es un héroe de guerra (la historia trascurre durante el cuatro de julio de 1942). La cosa se complica cuando el hermano de Ambrose también se interesa por la muchacha, y alcanza su paroxismo cuando los tres deciden entrar en la Casa Encantada de la feria. Es entonces cuando Ambrose se formula a sí mismo (o sea, al narrador-autor-lector) la siguiente pregunta: ¿Para quién es divertida la Casa Encantada? El chico se da cuenta de que él, a diferencia de Magda y su hermano, no encuentra divertida la atracción, y desea no haber entrado nunca en ella. ¿Un argumento simple y lineal? No conviene olvidar que estamos ante el relato más metafórico y metalingüístico jamás escrito, así que ya podéis imaginaros que, para Barth, una Casa Encantada es y no es una Casa Encantada. Y, si bien el objetivo del autor era acabar para siempre con la novela occidental, el tema rector de "Lost in the Funhouse" no es muy diferente del que ha inspirado a los escritores durante siglos: el sexo.
3. A mí me fascinan las Casas Encantadas, sobre todo las de ferias de extrarradio. La verdad es que no sé si tiene que ver con el sexo, con el fin de la inocencia, con el miedo a la vida adulta y con todos esos temas que reflejaban los espejos convexos del relato de Barth (aunque espero que no...). Cuanto más cutres sean estas atracciones, más me fascinan a mí; pero he de reconocer que las Casas Encantadas tienen una Meca, y no es otra que la Haunted Mansion de Disneyland. Yo solo la he visitado una vez: fue en Eurodisney (por cierto, que este verano vuelvo a visitar París), solo que allí se llama Phantom Manor y acarrea con muchas menos leyendas urbanas a sus espaldas que su homóloga en Orlando. Una de esas leyendas afirma de que los empleados de los parques temáticos de Disney suelen utilizar la Haunted Mansion como picadero: nada debe dar más morbo (al menos, según mi manera de ver las cosas) que echar un polvo en una Casa Encantada. ¿Para quién es una Casa Encantada? Puede que para los amantes, se responde Ambrose a sí mismo-a nosotros-a quién sea.
4. En 1989, David Foster Wallace se propuso demostrar que "Lost in the Funhouse" era un picnic campestre con la misma complejidad formal que una poesía de Gloria Fuertes: su novela corta "Hacia el oeste, el avance del imperio continúa" es una espectacular secuela-relectura-vuelta de tuerca a la obra de John Barth que puede levantarle un dolor de cabeza hasta al lector más encallecido. Recuperando a los personajes de Magda y Ambrose (en una estrategia parecida a la que Barth utilizó en su libro "Letters"), Foster Wallace dio un paso más allá y dinamitó por completo los límites preestablecidos al escribir metaficción que hablaba sobre la propia metaficción (o sea, el post-postmodernismo que tanto le gusta a este hombre). La Haunted Mansion también tiene su giro fosterwallaciano, y este viene (cómo no) de la mano de internet: Haunted Dimensions es una web que estudia la atracción de una manera tan detallada y obsesiva (en suma, metalingüística) que, al final, acaba por hacer que pierda todo su embriagador secretismo. O lo que es lo mismo: toda su capacidad de dar miedo... y de resultar sexy.
Este verano, cuando vuelva a Eurodisney, ya no podré mirar a la Casa Encantada con los mismos ojos que cuando tenía trece años.
2. Publicada por vez primera en 1967, "Lost in the Funhouse" es y no es la narración de un amor veraniego preadolescente con una feria costera como marco incomparable. El protagonista (que es y no es el propio narrador-autor) se llama Ambrose, tiene trece años, un hermano mayor y se encuentra irremediablemente atraído por Magda, una chica de su edad cuyo padre es un héroe de guerra (la historia trascurre durante el cuatro de julio de 1942). La cosa se complica cuando el hermano de Ambrose también se interesa por la muchacha, y alcanza su paroxismo cuando los tres deciden entrar en la Casa Encantada de la feria. Es entonces cuando Ambrose se formula a sí mismo (o sea, al narrador-autor-lector) la siguiente pregunta: ¿Para quién es divertida la Casa Encantada? El chico se da cuenta de que él, a diferencia de Magda y su hermano, no encuentra divertida la atracción, y desea no haber entrado nunca en ella. ¿Un argumento simple y lineal? No conviene olvidar que estamos ante el relato más metafórico y metalingüístico jamás escrito, así que ya podéis imaginaros que, para Barth, una Casa Encantada es y no es una Casa Encantada. Y, si bien el objetivo del autor era acabar para siempre con la novela occidental, el tema rector de "Lost in the Funhouse" no es muy diferente del que ha inspirado a los escritores durante siglos: el sexo.
3. A mí me fascinan las Casas Encantadas, sobre todo las de ferias de extrarradio. La verdad es que no sé si tiene que ver con el sexo, con el fin de la inocencia, con el miedo a la vida adulta y con todos esos temas que reflejaban los espejos convexos del relato de Barth (aunque espero que no...). Cuanto más cutres sean estas atracciones, más me fascinan a mí; pero he de reconocer que las Casas Encantadas tienen una Meca, y no es otra que la Haunted Mansion de Disneyland. Yo solo la he visitado una vez: fue en Eurodisney (por cierto, que este verano vuelvo a visitar París), solo que allí se llama Phantom Manor y acarrea con muchas menos leyendas urbanas a sus espaldas que su homóloga en Orlando. Una de esas leyendas afirma de que los empleados de los parques temáticos de Disney suelen utilizar la Haunted Mansion como picadero: nada debe dar más morbo (al menos, según mi manera de ver las cosas) que echar un polvo en una Casa Encantada. ¿Para quién es una Casa Encantada? Puede que para los amantes, se responde Ambrose a sí mismo-a nosotros-a quién sea.
4. En 1989, David Foster Wallace se propuso demostrar que "Lost in the Funhouse" era un picnic campestre con la misma complejidad formal que una poesía de Gloria Fuertes: su novela corta "Hacia el oeste, el avance del imperio continúa" es una espectacular secuela-relectura-vuelta de tuerca a la obra de John Barth que puede levantarle un dolor de cabeza hasta al lector más encallecido. Recuperando a los personajes de Magda y Ambrose (en una estrategia parecida a la que Barth utilizó en su libro "Letters"), Foster Wallace dio un paso más allá y dinamitó por completo los límites preestablecidos al escribir metaficción que hablaba sobre la propia metaficción (o sea, el post-postmodernismo que tanto le gusta a este hombre). La Haunted Mansion también tiene su giro fosterwallaciano, y este viene (cómo no) de la mano de internet: Haunted Dimensions es una web que estudia la atracción de una manera tan detallada y obsesiva (en suma, metalingüística) que, al final, acaba por hacer que pierda todo su embriagador secretismo. O lo que es lo mismo: toda su capacidad de dar miedo... y de resultar sexy.
Este verano, cuando vuelva a Eurodisney, ya no podré mirar a la Casa Encantada con los mismos ojos que cuando tenía trece años.
6 comentarios
Noel -
javier garcía rodríguez -
Saludos
Anónimo -
Yo también encuentro algo frustrante a Foster Wallace, sobre todo en algunos relatos de "Entrevistas breves con hombres repulsivos". Uno de ellos, "Octeto", se ha convertido ya casi en una obsesión para mí. Pero, ¿qué quiere que le diga? A mí este hombre me sigue pareciendo el puto amo: ahora mismo, no hay nadie que escriba como él.
Dr Zito -
Noel -
La Ruina de la Familia -