"1963" de Alan Moore (Introducción)
***En los próximos días voy dedicar, porque sí, unas cuantas entradas a comentar un cómic que acabo de descubrir (vía Soulseek) y que me parece uno de los más importantes e infravalorados de la década pasada: "1963", la miniserie de seis números que Alan Moore escribió en 1993 para Image y que contó con algunos de los mejores dibujantes de aquellos años: Rick Veitch, Dave Gibbons, Steve Bissette, Donald Simpson, John Totleben, Melinda Gebbie y Jim Valentino. Aquí va una pequeña introducción a la miniserie en general. Mañana, si me lo permitís, empezaré a analizar los números uno a uno***
El secreto para que una parodia sea realmente buena es que no se note que es una parodia. Peter Jackson lo hizo con "Forgotten Silver", Peter Blamaire lo hizo con "The Lost Skeleton of Cadavra", Paul Verhoeven lo hizo con "Starship Troopers" (bueno, Verhoeven lo hace casi con todas sus películas), Woody Allen lo hizo con "Zelig"... Y Alan Moore lo hizo con "1963". La técnica que utilizó fue la misma que ya probó en "Maxwell the Magic Cat", solo que corregida y aumentada: no hay nada más posmoderno que volver al pasado con todas sus consecuencias, mimetizar las maneras de aquello a lo que se quiere parodiar (y a la vez rendir tributo) y obtener como resultado un producto que, a primera vista, se podría haber publicado sin ningún problema en 1963... pero que si se analiza detenidamente contiene un discurso subterráneo lleno de bilis y mala leche camufladas. Para entendernos: "1963" es una parodia sangrante de los cómics Marvel de 1963 que tiene todo el aspecto de haber sido publicada por Marvel en 1963. El dibujo, la narración, la disposición de las viñetas, la manera de hablar de los personajes, los anuncios, la sección de correo, el color... Todo en "1963" parece indicar que estamos ante un número guionizado por Stan Lee y dibujado por Jack Kirby. Es la parodia definitiva, la parodia que no lo parece, la parodia hiperrealista.
En "1963", Moore mantiene un pulso entre la nostalgia y la desmitificación, entre la añoranza de los cómics de la infancia y la iconoclastia distanciadora (algo que también hizo, con resultados igualmente brillantes, en "The League of Extraordinary Gentlemen" y en algunos de los mejores números de "Tomorrow Stories"). La estrategia es arriesgada y está condenada, desde el principio, a ser malinterpretada por el lector no avisado: algunos de los aspectos más desagradables de los tebeos marvelitas de la época (sexismo, anticomunismo feroz, diálogos eminentemente idiotas, un modo de contar historias gráficamente paupérrimo) siguen intactos en "1963", casi siempre incrementados para reforzar el efecto paródico. La miniserie exige, además, un amplio nivel de conocimientos del Universo Marvel, sin el cual es posible que el lector no pueda entrar en su juego y acabe sin entender los verdaderos propósitos de Moore y compañía: las analogías con personajes clásicos como Spider-Man o los Cuatro Fantásticos están claras, pero hay otras referencias realmente rebuscadas que, en muchas ocasiones, resultan claves para comprender el subtexto de un número determinado (para ello, las siempre últiles anotaciones de Enjolrasword.com pueden servir en muchas ocasiones de auténtica Piedra Rosetta mooriana).
Pero si hay algo que distancia a "1963" del resto de parodias marvelianas que han ido surgiendo a lo largo de los años (muchas veces, autoparodias en toda regla) es el esfuerzo de Moore por construir personajes con alma y matices aún en un contexto totalmente irreal. Los protagonistas de los diferentes números de la miniserie consiguen de alguna manera traspasar su condición de caricaturas de un superhéroe Marvel y convertirse, sobre todo en el tour de force final, en personajes con entidad. Y es que el último número de "1963" revela que las intenciones del autor de "V de Vendetta" van mucho más allá de la simple parodia lúdica: estamos, sin duda, ante uno de los proyectos más ambiciosos, complejos y fascinantes de Alan Moore, una miniserie que podría haberse situado entre sus obras mayores... si se hubiera terminado, claro. Porque, al igual que "Big Numbers", "1963" es otro de esos tebeos que se sitúan en el incómodo limbo de las obras inconclusas. Pero de eso ya hablaremos más adelante.
El secreto para que una parodia sea realmente buena es que no se note que es una parodia. Peter Jackson lo hizo con "Forgotten Silver", Peter Blamaire lo hizo con "The Lost Skeleton of Cadavra", Paul Verhoeven lo hizo con "Starship Troopers" (bueno, Verhoeven lo hace casi con todas sus películas), Woody Allen lo hizo con "Zelig"... Y Alan Moore lo hizo con "1963". La técnica que utilizó fue la misma que ya probó en "Maxwell the Magic Cat", solo que corregida y aumentada: no hay nada más posmoderno que volver al pasado con todas sus consecuencias, mimetizar las maneras de aquello a lo que se quiere parodiar (y a la vez rendir tributo) y obtener como resultado un producto que, a primera vista, se podría haber publicado sin ningún problema en 1963... pero que si se analiza detenidamente contiene un discurso subterráneo lleno de bilis y mala leche camufladas. Para entendernos: "1963" es una parodia sangrante de los cómics Marvel de 1963 que tiene todo el aspecto de haber sido publicada por Marvel en 1963. El dibujo, la narración, la disposición de las viñetas, la manera de hablar de los personajes, los anuncios, la sección de correo, el color... Todo en "1963" parece indicar que estamos ante un número guionizado por Stan Lee y dibujado por Jack Kirby. Es la parodia definitiva, la parodia que no lo parece, la parodia hiperrealista.
En "1963", Moore mantiene un pulso entre la nostalgia y la desmitificación, entre la añoranza de los cómics de la infancia y la iconoclastia distanciadora (algo que también hizo, con resultados igualmente brillantes, en "The League of Extraordinary Gentlemen" y en algunos de los mejores números de "Tomorrow Stories"). La estrategia es arriesgada y está condenada, desde el principio, a ser malinterpretada por el lector no avisado: algunos de los aspectos más desagradables de los tebeos marvelitas de la época (sexismo, anticomunismo feroz, diálogos eminentemente idiotas, un modo de contar historias gráficamente paupérrimo) siguen intactos en "1963", casi siempre incrementados para reforzar el efecto paródico. La miniserie exige, además, un amplio nivel de conocimientos del Universo Marvel, sin el cual es posible que el lector no pueda entrar en su juego y acabe sin entender los verdaderos propósitos de Moore y compañía: las analogías con personajes clásicos como Spider-Man o los Cuatro Fantásticos están claras, pero hay otras referencias realmente rebuscadas que, en muchas ocasiones, resultan claves para comprender el subtexto de un número determinado (para ello, las siempre últiles anotaciones de Enjolrasword.com pueden servir en muchas ocasiones de auténtica Piedra Rosetta mooriana).
Pero si hay algo que distancia a "1963" del resto de parodias marvelianas que han ido surgiendo a lo largo de los años (muchas veces, autoparodias en toda regla) es el esfuerzo de Moore por construir personajes con alma y matices aún en un contexto totalmente irreal. Los protagonistas de los diferentes números de la miniserie consiguen de alguna manera traspasar su condición de caricaturas de un superhéroe Marvel y convertirse, sobre todo en el tour de force final, en personajes con entidad. Y es que el último número de "1963" revela que las intenciones del autor de "V de Vendetta" van mucho más allá de la simple parodia lúdica: estamos, sin duda, ante uno de los proyectos más ambiciosos, complejos y fascinantes de Alan Moore, una miniserie que podría haberse situado entre sus obras mayores... si se hubiera terminado, claro. Porque, al igual que "Big Numbers", "1963" es otro de esos tebeos que se sitúan en el incómodo limbo de las obras inconclusas. Pero de eso ya hablaremos más adelante.
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