Blockbusters '09: "Enemigos Públicos"
Es posible que John Dillinger fuera uno de los pocos cadáveres que de verdad vieron pasar ante sus ojos de película de su vida. Minutos antes de ser abatido a las puertas del Biograph Theatre de Chicago, en una calurosa noche de julio de 1934, el enemigo público número uno había visto, precisamente, "El enemigo público número uno" (1934), melodrama criminal de W.S. Van Dyke en el que Clark Gable canalizaba la fascinación que Dillinger causaba en una sociedad más que dispuesta a dejarse seducir por el lado oscuro. Dillinger fue el primer criminal que vivió (por los pelos) para verse a sí mismo canonizado por ese cine que tanto amaba, un dato que no se le escapa a Michael Mann: además de reescribir escenas completas de la vieja película de gángsters en los ojos de Johnny Depp, el cineasta se permite al menos dos coqueteos más con lo metacinematográfico a lo largo del metraje —el noticiario interrumpido y la imitación de James Cagney por parte de Baby Face Nelson (Stephen Graham), sendos juegos de espejos entre ficción y realidad—.
Dillinger también fue, en cierto sentido, la primera estrella del rock: un agente provocador, un catalizador de las pulsiones sociales de unos Estados Unidos sumidos en plena Depresión. La rueda de reconocimiento convertida en improvisado photocall es otro de los muchos aciertos que puntúan el exigente metraje de "Enemigos Públicos", amén de (probablemente) una de las secuencias quintaesenciales en la carrera de un actor ha visto en la controvertida leyenda nacional una posibilidad de expandir su raro discurso, empeñado en mostrar el extraño fulgor de lo diferente. No sería descabellado pensar en el Dillinger de Johnny Depp como un Jack Sparrow que encontró aquella fuente de la eterna juventud que se nos anunciaba en "Piratas del Caribe: En el fin del mundo" (2007), en una prolongación del forajido al que los siglos han revestido de una capa de cinismo. Sin embargo, la obsesión del gángster con su propia mortalidad es una de las claves para comprender su modo de vida y, también, su modo de muerte.
Sobre el papel, "Enemigos Públicos" debería haberse sentado sobre las mismas bases de "El dilema" (1999) y "Collateral" (2004), dos análisis casi redondos de una relación de simbiosis entre polos opuestos que, en opinión de este bloguero, suponen la cumbre de su director. Por contra, Mann se abandona tanto a su (comprensible) fascinación por Dillinger que se olvida del otro lado de la balanza. Así, el Melvin Purvis de Christian Bale es más un resorte narrativo que un personaje: no llegamos a saber nada de él ni de sus motivos en casi dos horas de y media de metraje. Su desaparición final de la escena del crímen nos sugiere una presencia casi fantasmagórica, algo que un rótulo sobre su destino final confirma de una forma casi frustrante. Esta decisión de centrarse en la leyenda antes que en el funcionario de la ley, sin duda meditada y respetable, da como resultado una cinta algo descompensada. Tampoco funciona la historia de amor, pese a que Marion Cotillard tenga la oportunidad de demostrar la fuerza volcánica con la que encarnó a Édith Piaf en una vibrante secuencia de interrogatorio.
Mann sabe lo que se hace al subrrayar el fin de la era de los forajidos y el comienzo de un binomio crimen-autoridad regido por una lógica capitalista, aunque uno tiene la sensación de que esa forma aséptica de hacer negocios se traduce a su estilo visual y narrativo. "Enemigos Públicos", como "Corrupción en Miami" (2006), es un blockbuster tan decidido a apartarse de un cierto modelo de espectáculo vacuo que acaba siendo demasiado severo con el espectador. En otras palabras: el último cine de Mann tiene la delicadeza de tratarnos como adultos pensantes, pero también despoja de asideros emocionales a unos géneros que prácticamente se construyen en torno a ellos. Nos sitúa en el ojo del huracán, pero se olvida de explicarnos por qué debería importarnos ese huracán en concreto.
VEREDICTO: Una entrada imprescindible en la filmografía de Johnny Depp, no tanto en la de Michael Mann: el actor sale victorioso de su contenido tour de force, pero el director no consigue sacarle todo el partido a su gélido formalismo.
TERMÓMETRO: (3/5)
7 comentarios
morri -
Creo que esta peli estaba hecha para gloria de Dillinger y de Johnny Depp que además está sublime.
Y encima se llamaba Alabama -
A mí me pareció escasamente gélida, al contrario me emocionó por todas partes. Pero creo que es otra manera de presentar la emoción, propia de un cine más directo, menos necesitado de ceremonias. Por otro lado no creo que Mann haya querido volver a ese choque de polos opuestos, otra cosa es que haya ecos de otras películas suyas, y forma parte de la propuesta, por supuesto, pero me parece un acierto que el presonaje de Bale sólo sea un resorte narrativo.
Adrián -
Noel -
Pero ya les digo que ojalá sólo hubieran sido esos dos los mayores problemas de la película.
Dr Zito -
En cuanto a la visita ala comisaria, parece un regalo que Mann hace al personaje historico. Le regala ese momento de victoria que no ocurrio en realidad pero que el Dillinger podria haber hecho perfectamente.
Alvy Singer -
En el fondo era la historia de un perdedor. Dillinger no fue héroe, ni mito, ni Robin Hood. Alguien que vivió deprisa, sin mirar demasiado atrás. Lo complicado es el corto recorrido.
El problema de/con Mann es si su gelidez en realidad delata a un constructor de personajes deficiente ¿no cree? En fin, como El Diema no hay nada.
Dostoievski -
Si quieres leer otro punto de vista, yo también escribí sobre la peli en mi Blog. Un saludo.