Where no man has come before
El Club de la milla alta (en inglés, High mile club, o simplemente HMC) es el nombre con el que se conoce a uno de los tabúes más atractivos de nuestra sociedad: el sexo en los lavabos de un avión. Sea porque la escasa presión atmosférica intensifica los orgamos o, simplemente, por el hecho de experimentar el placer a tantos metros de altura —con el morbo añadido de que la señora del asiento de delante puede abrir la puerta EN CUALQUIER MOMENTO—, el club se ha convertido ya en una leyenda urbana increíblemente factible, con miembros tan célebres como Ralph Fiennes (a su pesar) o Richard Branson (orgulloso de ello). No sólo eso, sino que también se ha perpetuado como una presencia recurrente en las ficciones modernas, ya sea como mera referencia, como gag o como presencia obligada en toda película actual sobre aviones. Sólo hay un caso en el que el club era, directamente, el motor de toda una trama: "Asfixia", soberbia novela de Chuck Palahniuk en la que el protagonista encendía la chispa de su adicción al sexo en un vuelo nacional.
No cuesta demasiado imaginar que la siguiente noticia acabara convirtiéndose en el primer capítulo de una novela de Palahniuk: "La NASA considera explorar el sexo en el espacio". Tampoco sería descabellado pensar en miembros compulsivos del Club de la milla alta a los que no les importaría subir un poco las apuestas. La lógica detrás de esta estrategia no es para nada descabellada: un hipotético viaje a Marte significaría una cantidad ridícula de semanas conviviendo con una persona en un espacio cerrado y minúsculo, sin posibilidad de salir al exterior. Según el doctor Jason Kring, de la Universidad Aeronáutica de Florida, la frustración de los astronautas podría llegar a entorpecer sus funciones o a provocarles trastornos mentales. De todos modos, no sería simplemente encender unas velas aromáticas y poner a Barry White: la baja presión sanguínea y el exceso de sudor no encajan demasiado bien en un entorno de gravedad cero, por no hablar de la alta probabilidad de que medicamentos como la píldora funcionen mal en el espacio. Los expertos de la NASA incluso se plantean estudiar la posibilidad de un embarazo cósmico, pero nadie ha pensado en preguntarle a los astronautas si no han realizado ya alguna investigación por su cuenta. En "Y: El último hombre", Brian K. Vaughan y Pia Guerra llegan a insinuar que, lejos de la Tierra y su represivo sistema de valores, el ser humano podría desprenderse de sus ataduras y abrazar lo dionisíaco. Quién sabe a dónde pueden llevar estos estudios: es posible que los conejillos de indias no quieran volver a bajar nunca más.
De todos modos, en caso de duda, que le pregunten al gurú en la materia.
4 comentarios
ronin -
Rodion -
Dr Zito -
Lucía -
A la gente le mola eso de experimentar en diferentes lugares, así que dentro de poco, quien tenga pasta y ganas de emociones fuertes se podrá ir a follar a la luna. Incluso hasta se convierte en una expresión despectiva habitual: "Anda y vete a follar a la luna!!!!!!"