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Los archivos de EL EMPERADOR DE LOS HELADOS

Indy y Alvy Singer

Indy y Alvy Singer

El héroe anda suelto

Supongo que la mejor historia de aventuras no es capaz de hacerse película. La historia es "La isla del tesoro" y demuestra que la mejor aventura siempre pasa por la decepción. Fue cuando tenía cinco años que la televisión estrenó "Indiana Jones y la última cruzada", la peor entrega de la saga con el prólogo más inteligente. Con una pirueta de acento circense, el joven Indy recita sus principios al mismo tiempo que en una forja superheroica que hubiera encantado a Jim Steranko, con ese tren que resume y prueba al precoz aventurero como ilusionista, domador y escapista a la vez. En esta perfecta metáfora circense de su sentido de la aventura Spielberg vino a traicionarse de la forma más personal posible volviendo a la historia de reencuentro paternofilial y redescubrimiento mesiánico, más cerca de sus peripecias alienígenas que de las entregas anteriores. El final sigue pareciéndome estupendo: cerradas las desaveniencias lo único posible es seguir cabalgando, de nuevo como un superhéroe más. Sin embargo a los once redescubro ese prólogo como una versión secreta y minimalista de la obra maestra de Stevenson: Indy hereda  su sombrero de un arqueólogo, que, sorpresa, trabaja para los malos. Igual que Jim Hawkins aprende sus hábitos morales de un tipo ambiguo, igual que Indy. La prueba es el sombrero.

Hay también en la citada secuencia del tren circense algo que Spielberg representó con la magnífica canción "Anything Goes" de Cole Porter, que propone una lectura acelerada y descaradamente pop de un país, su historia y su devenir. O como dijo Jordi Costa, refiriéndose a la insuperable "Faster, Pussycat! Kill! Kill!" de Russ Meyer en su prólogo a la primera edición española de "Como guante de seda forjado en hierro", "Anything Goes" es una canción sobre los grandes temas del siglo XX: sexo, velocidad y muerte. Los tres están presentes en "El templo maldito" y en ese prólogo en el que también queda patente esa lectura pulp e incluso exploit que forjaron el inicio de un héroe como Indy, definido así por sus creadores: un Bond de los treinta. Y la película, en su sofisticado club de Shangai, presenta a todos los implicados en una conversación que terminará en huida in extremis, en el club ¿adivinan? Obi-Wan, otro guiño a otra saga surgido de los hijos bastardos de la serie Bé que durante un tiempo parecieron coronar Hollywood y llevarse a los amigos. No todo es grande en "El templo maldito", ahí están ese niño y ese tipo de planificación aventurera que luego derivarían en la sobrevalorada "The Goonies" (una especie de Indiana Jones adaptado a pequeñísima escala, heredando al niño japonés de la segunda entrega, otra de las reivindicaciones de la comunidad pequeña y unida que hizo Spielberg como productor, y sino véase "Cocoon" o "Batteries Included"). De "En busca del arca perdida" ya es imposible añadir algo: perversa, llena de humor negro y de un contacto casi letal con lo divino, es la cinta de Spielberg en la que decidió revolucionar para siempre el tempo cinematográfico y el cine de aventuras, mezclando la emoción de los seriales de los años 40 (Red Barry, et al) con las espectaculares y muy circenses aventuras de los primeros superhéroes que fueron Tyrone Power (en especial su "The Mark of the Zorro") o Errol Flynn. Solo en su segunda entrega llevaría a cabo su momento más visualmente estridente y delicioso (el citado cliffhanger en Shangai que termina como un triste especial de fin de año de la televisión pública española), además de suponer el primer y más limpio contacto con el gore: esas sopas de ojos acusan un gusto por la EC que Spielberg había disimulado sólo lateralmente en su primera entrega, en la que todo ambicioso respecto a lo desconocido (el arca de la alianza) termina muerto, digno de Johnny Craig y Wally Wood. Y eso tiene mucho de educación sentimental. La suya y la nuestra.

- Alvy Singer

1 comentario

Interior Noche -

Me acabas de matar de nostalgia con ese cassette de Erbe.