Quiero montar en un caballo negro
¿Qué tienen las últimas colecciones de Dark Horse, que me vuelven tan loco que me cuesta expresarlo con palabras? Ahora mismo, es el sello de cómics más molón del panorama, con un fabuloso catálogo de novedades y una plantilla de escritores y dibujantes que se superan a sí mismos en cada nueva colaboración. Hay un montón de razones para rendirse ante el caballo negro, pero intentaré exponer las tres que yo considero principales... quitando, por supuesto, todo lo relacionado con el Whedonverso, del que ya se habla lo suficiente en este blog. Vamos allá:
Ella, ella, eh-eh-eh. Si ya es extraño que una estrella del emo-rock decida invertir tanto esfuerzo en crear y escribir una miniserie de tebeos de ciencia-ficción, el hecho de que el resultado sea bueno ya resulta sencillamente increíble. The Umbrella Academy es, por tanto, una de las rarezas más estimulantes de la temporada: partiendo de la seminal influencia del Grant Morrison de "Doom Patrol", Gerard Way, líder de My Chemical Romance, ha construido un universo propio y rico en detalles, con un sentido de la heterodoxia arrebatador y una coctelera llena de referencias con clase (Mignola, Burton, "ZombieWorld", el Alan Moore de "The League of Extraordinary Gentlemen"...). Elegantemente dibujado por Gabriel Bá, el primer número de "Umbrella" presenta a sus siete protagonistas (niños raros superpoderosos, nacidos en extrañas circunstancias y convertidos en jóvenes disfuncionales), los mete de lleno en una aventura relacionada con el origen extraterrestre de la Torre Eiffel, luego los lanza veinte años hacia el futuro y los enfrenta a la muerte de su misterioso padre adoptivo (y, probablemente, al fin del mundo). La amenaza del marysueismo planea sobre la séptima ex-alumna de la Academia, una pálida chica sin poderes pero con algo de talento para la música, pero no hay dudas de que Way sabe extremadamente bien lo que se hace y no ha desarrollado un mero caprichito de rockstar.
Al diablo con el Diablo. Un mirón trae de cabeza a la buena gente de un barrio residencial norteamericano: lo único que se sabe de él es que tiene una agilidad portentosa y lleva máscara de demonio sonriente. Esta sencilla premisa le basta a Gilert Hernandez (50% del ya legendario equipo creativo de "Love & Rockets") para desarrollar una historieta poderosa y evocadora, con ecos del Daniel Clowes más brutalmente honesto. El sencillo trazo blanquinegro de Hernandez contribuye a lograr ese atmósfera de misterio inntangible que caracteriza a Speak of the Devil, obra realmente desconcertante de la que aún no llegamos a comprender del todo su significado (sólo lleva dos números de los seis planeados), pero que ya nos ha dejado algunas viñetas memorables: entre ellas, esa en la que la adolescente protagonista se disfraza para ver a su padre en la cama con su nueva esposa o la que describe la reacción de su novio cuando descubre que ella es el mirón. Puede que no te convenza a simple vista, pero "Speak of the Devil" es de esos tebeos que van creciendo en el recuerdo.
Una ciudad difícil. Zero Killer se abre con una página de alto impacto: las Torres Gemelas se alzan majestuosas sobre un Nueva York post-apocalíptico. Salvo por algunas grietas y el gigantesco símbolo "X 73" repartido entre ambas, parecen estar más o menos intactas. El rótulo inferior termina de ponernos es situación: "New York City, 2007". ¿Es posible explicar más (todo el transfondo en el que se va a desarrollar la serie) con menos? Probablemente no, así que considerémonos afortunados de que Arvid Nelson haya confirmado el talento que se intuía detrás de "Rex Mundi" con una historia de pandilleros futuros, conspiraciones gubernamentales y superhéroes a su pesar. Como si Luke Cage se hubiera perdido en "1997: Rescate en Nueva York", "Zero Killer" mezcla actitud con personajes asombrosos (esa Dahlia que aparece al final del primer número) y la sensación de que Nelson y su dibujante Matt Camp no han hecho más que empezar a sorprendernos.
3 comentarios
Andrés HH -
Noel -
Dr Zito -