Ring, ring
Pues aquí estoy, recién aterrizado del pase de prensa de "Llamada perdida", lo último de Takashi Miike. Si habéis visto alguna peli de este director, ya sabréis que existe una cosa que yo acabo de bautizar como jet lag miikeano: cuando uno sale de ver una peli de Miike experimenta una inconfundible sensación de extrañamiento que le dura unas pocas horas, pero que se hace intensísima. Es como si te dieras cuenta de que la vida se parece mucho a una película de Takashi Miike. Con esta última la cosa es aún más grave, porque va de teléfonos móviles, unos instrumentos que ya se ha hecho cotidianos pero que (según el tío Takashi) pueden supurar un mal rollo innimaginable.
La verdad es que, después de esta y de "Cellular", si alguien decidiera dar de baja su móvil y desterrarlo para siempre estaría en todo su derecho. Yo, que nunca he sido muy partidario del aparato, veo todo esto como algo muy lógico y coyuntural, es decir, que pasa un poco lo mismo que cuando se institucionalizaron los ordenadores personales: un puñado de películas de género aparecen en el momento apropiado explotan los (lógicos) miedos que el público puede tener hacia esos artefactos que se han colado (casi sin avisar) de lleno en sus vidas... e incluso las están cambiando por completo. En ese sentido, el punto de partida de "Llamada perdida" no puede ser más interesante: alguien recibe una llamada desde su propio móvil, fechada tres días después (o sea, una llamada perdida del futuro) y en la que se oye claramente la voz del destinatario agonizando. El móvil, metonimia (junto con internet) de esta Era de la Información, nos empieza a dar más información de la que le estamos pidiendo: nos informa de nuestra propia muerte. Y, encima, todo empieza a cobrar muy pronto la forma de plaga telefónica e inmisericorde capaz de quitar el sueño a los colgados de su Nokia de última generación.
No obstante, a mitad de la proyección este impecable arranque está a punto de verse lastrado por esa irritante manía que tiene el cine de terror moderno de explicarlo todo muy bien explicado, de convertir lo que debía ser terror abstracto en peli de fantasmas al uso. En otras palabras: "Llamada perdida" está a punto de convertirse en otro "The Ring" por la vía de la obviedad y el lugar común. Por suerte, ahí está Takashi Miike para recordarnos que él, por mucho que se esfuerce, no puede hacer una película convencional: puede que el suyo sea un cine de momentos, en el que el todo siempre es inferior a la suma de las partes... pero, señores, qué partes: desde un programa de telebasura convertido en retransmisión en directo de una pesadilla hasta el sobrecogedor, dilatadísimo clímax final, "Llamada perdida" presenta los suficientes alicientes como para que uno le perdone su innegable médula de explotación del éxito occidental de "The Ring" y disfrute a tope con el que, probablemente, sea el epílogo más inspirador (y menos obvio) del reciente cine de terror.
La verdad es que, después de esta y de "Cellular", si alguien decidiera dar de baja su móvil y desterrarlo para siempre estaría en todo su derecho. Yo, que nunca he sido muy partidario del aparato, veo todo esto como algo muy lógico y coyuntural, es decir, que pasa un poco lo mismo que cuando se institucionalizaron los ordenadores personales: un puñado de películas de género aparecen en el momento apropiado explotan los (lógicos) miedos que el público puede tener hacia esos artefactos que se han colado (casi sin avisar) de lleno en sus vidas... e incluso las están cambiando por completo. En ese sentido, el punto de partida de "Llamada perdida" no puede ser más interesante: alguien recibe una llamada desde su propio móvil, fechada tres días después (o sea, una llamada perdida del futuro) y en la que se oye claramente la voz del destinatario agonizando. El móvil, metonimia (junto con internet) de esta Era de la Información, nos empieza a dar más información de la que le estamos pidiendo: nos informa de nuestra propia muerte. Y, encima, todo empieza a cobrar muy pronto la forma de plaga telefónica e inmisericorde capaz de quitar el sueño a los colgados de su Nokia de última generación.
No obstante, a mitad de la proyección este impecable arranque está a punto de verse lastrado por esa irritante manía que tiene el cine de terror moderno de explicarlo todo muy bien explicado, de convertir lo que debía ser terror abstracto en peli de fantasmas al uso. En otras palabras: "Llamada perdida" está a punto de convertirse en otro "The Ring" por la vía de la obviedad y el lugar común. Por suerte, ahí está Takashi Miike para recordarnos que él, por mucho que se esfuerce, no puede hacer una película convencional: puede que el suyo sea un cine de momentos, en el que el todo siempre es inferior a la suma de las partes... pero, señores, qué partes: desde un programa de telebasura convertido en retransmisión en directo de una pesadilla hasta el sobrecogedor, dilatadísimo clímax final, "Llamada perdida" presenta los suficientes alicientes como para que uno le perdone su innegable médula de explotación del éxito occidental de "The Ring" y disfrute a tope con el que, probablemente, sea el epílogo más inspirador (y menos obvio) del reciente cine de terror.
7 comentarios
La-Ruina-de-la-Familia -
Lo de Zebraman no tiene nombre,¡delirante!
Noel -
Trashi -
Trashi -
Steam Man -
Es una q tiene un final un tanto cutre con explosiones en la calle de fuego? Por que todo me lleva a esa peli q la verdad me resultó ligeramente sosa... pero funcional.
Trashi -
R. -