La fama cuesta
En Homerazzi, el último episodio de "Los Simpsons", Homer decide iniciar una carrera como fotógrafo de famosos, optando (como es natural) por el amarillismo más agresivo: se cuela en la boda de Rainier Wolfcastle con Maria Shriver Kennedy Quimby, provoca a Drederick Tatum para que le de una paliza, descubre que la hija del tejano rico (Paris Texan) está saliendo con Milhouse, pilla a Duffman manteniendo una relación heterosexual... Los motivos de Homer para invadir la intimidad de las celebridades locales no podrían ser más reveladores: "Mira a esos famosos: yo los conozco a todos y ellos ni siquiera saben de mi existencia...". Una vez más, una frase de Homer Simpson vuelve a ser la clave para descifrar un síntoma de la sociedad moderna: la blogosfera, los móviles, las cámaras digitales y YouTube acabaron hace tiempo con la época en la que los famosos eran semidioses que caminaban por encima de los meros mortales. Ahora, el famoso no es una entidad sagrada, sino un conjunto vacío que nosotros podemos rellenar a nuestra voluntad, un juguete que, en nuestras manos, produce un placer muy parecido a la blasfemia. O a la venganza.
Blogs como WWTDD? o programas como "Aquí Hay Tomate" (o su versión hardcore vintage, "Hormigas Blancas") nos gustan tanto porque no construyen mitos, sino que se dedican a derribar lo que queda de ellos. Tomemos el ejemplo más diáfano que tenemos a mano: Lindsay Lohan. Mientras que "Vanity Fair" le dedica una portada y un reportaje que narra (con un respeto casi reverencial) cómo superó su adicción a las drogas, The Superficial publica unas fotos paparazzi de la chica abandonando una fiesta privada a las seis de la mañana, tambaleándose y con cara de no haber dejado atrás del todo esa adicción. Parece casi como si sintiéramos que ese es el precio que hay que pagar por ser guapa, rica y famosa: puede que LL esté en lo más alto, pero también se despeina, se droga y sufre resacas como todos nosotros. En unos tiempos en los que todo es susceptible de ser banalizado y adaptado al consumo (ahí están las zapatillas New Balance Joy Division para demostrarlo), los famosos no son más que iconos con múltiples significados: pueden ser objetos de culto u objetos de derribo, según decida el usuario. Todos somos, en suma, consumidores de famosos, pero eso no significa que algunos no sean inteligentes: los chicos de Worth1000, por ejemplo, llevan cinco años estimulando a los internautas para que deconstruyan, descontextualicen y reformulen a sus celebridades. El resultado suelen ser cosas como Fasting Time 3, que responde a uno de los comportamientos más mezquinos que tenemos los consumidores de famosos: la secreta alegría que nos provoca descubrir que una celebridad es anoréxica. Una joya del arte photoshopero, aunque hay algunas (como Mischa Barton, por ejemplo) que no han debido de dar mucho trabajo...
Volved a leer la última frase. A eso me refiero.
9 comentarios
isaia -
kothu -
... fhgfjfhgfhgfh -
xcvghjk -
Anónimo -
los de Mad definieron a mischa barton com o "una chica tan flaca q haría q Paris Hilton quiera unirse a Weight Watchers"
Ro -
(como que a kelly Clarkson le vendria bien estar asi como el montaje...)
Ro -
max -
Ike Janacek -
Ya nadie quiere quince minutos de fama... ¡Quieren más, lo quieren todo y lo quieren ya!
Y si no lo pueden conseguir al menos disfrutarán tirando del pedestal abajo a quien ellos mismos pusieron.