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Humor soviético

Humor soviético

Todo chiste es una pequeña revolución (...) Es divertido siempre que sirva para tirar a los poderosos de sus asientos (preferiblemente con batacazo) y destruir su dignidad. Y cuanto más grande sea la caída, más gracioso es el chiste. Estas palabras que George Orwell escribió en 1945 sirven perfectamente para resumir la esencia de este interesantísimo ensayo de Ben Lewis sobre el humor político en la Unión Soviética: en un estado totalitario, el chiste subversivo es más revolucionario que en cualquier otro contexto, ya que adquiere casi carácter de blasfemia. Lewis cuenta cómo, a diferencia de la Alemania nazi, nadie fue condenado a muerte en la URSS por un chiste sobre el partido, pero el número de encarcelados al año por contar anekdots en la intimidad era realmente considerable. Quizá ese riesgo a perder la libertad era lo mejor de los chistes soviéticos, lo que los convertía en una catarsis secreta, en una revolución insignificante, pero llena de sentido para el bromista en cuestión.

No obstante, en la Rusia soviética se dio un fenómeno prácticamente impensable en otras dictaduras: los chistes políticos no sólo eran disfrutados por el pueblo, sino que los líderes de la nación también los conocían, los utilizaban como mecanismos de control e incluso los originaban. Lewis cuenta como Stalin, en un ejercicio de cinismo sin precedentes, gustaba de contar un chiste que se tomaba a broma su escasa piedad a la hora de torturar incluso a sus colegas. A medida que el bloque soviético se fue desmoronando, gobernantes y gobernados se fueron aferrando cada vez más al humor como única arma para sobrevivir al complicado presente, aunque había diferentes matices según el país (Rumanía, por ejemplo, se especializaba en la sátira contra el poder, mientras que en Alemania del este eran más dados a la autocrítica). Hay una frase fundamental en este ensayo que explica la importancia de la sátira en cualquier sistema político. Cuando Lewis le pregunta al humorista alemán Ernst Röhl por qué estos chistes tan poco graciosos eran algo tan especial en la época, este responde lo siguiente: Lo raro es que siempre te preguntabas de dónde venían. Nunca lo sabías. El autor era colectivo: el pueblo.

Como en una revolución.

2 comentarios

Leon el Africano -

Muy interesante el post. El humor inteligente puede con casi todo y a veces desarma al enemigo.

Alvy Singer -

Gran post, precisamente el anecdotario ruso lo tengo reciente por las narraciones de los judíos rusos que pueblan el universo de Natasha de David Bezmozgis.

"Aquí hasta las vagabundas llevan pantalones levi's y adidas" dice uno de sus personajes.

¡Un saludo!