Chica kaleidoscopio
Llevo unos días enganchado a un disco que no me impresionó excesivamente en la primera escucha, pero que ahora no me puedo sacar de la cabeza. Continental 62, como los últimos trabajos de Christina Rosenvinge, es lo que los anglosajones llaman un slow burner: puede que no te enamore al principio, pero no parará de crecer y crecer en tu recuerdo. Es posible que la radicalidad de su propuesta tenga algo que ver: se trata de una colección de canciones minimalistas, obsesivas, lentas, melancólicas y extrañas. Ventanas (rotas) a realidades paralelas.
Estaréis hartos de leer esto por todas partes, pero ahí va: Christina Rosenvinge culmina con este trabajo una particular trilogía de la desconexión que inició con "Frozen Pool" (2001) y llenó de matices con "Foreing Land" (2002). Puede que el tema que contenga más claves para interpretar esta etapa creativa sea "Muertos o algo mejor" (que, no obstante, apareció por primera vez en "Mi pequeño animal"): melodías simples acompañadas de una voz dulce pero desgarrada, canciones perfectas para escuchar por la mañana en un desloado paisaje post-nuclear. O mientras graffiteas mensajes crípticos en medio de la nieve, como ocurre en el videoclip de "A Liar to Love". "Continental 62" es, además, el álbum más radical de su carrera: canciones como "Nickel Song" o "White Hole" son obsesivas y casi enfermizas (de hecho, la segunda es perfecta para escuchar mientras ves arder tu propia casa), mientras que "¿Quién me querrá?" y "Teclas negras" son saltos al vacío sin red. Es decir, que "Continental 62" es una verdadera flor rara: un disco que no se parece a casi nada que hayamos escuchado antes y que, al mismo tiempo, revela a cada segunda la personalidad de su autora.
3 comentarios
Noel -
Un placer verle por aquí, Mycroft, ahora que está en emisión pirata.
Mycroft -
Alvy Singer -
Todo un descubrimiento.
¡Un saludo!