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Cultura de centro comercial

Cultura de centro comercial

"I'm a pleasure seeker, shopping for a new distraction / I'm a pleasure seeker, looking for some platinum action". El mundo es un lugar un 70% mejor desde que los B-52s han decidido volver con un nuevo disco, Funplex, que se pondrá a la venta el próximo 25 de marzo. Resulta sorprendente comprobar cómo, treinta años después de "Rock Lobster", el grupo liderado por Fred Schneider sigue teniendo la misma asombrosa capacidad para esconder mensajes perturbadores bajo un manto de energía nuevaolera capaz de animar cualquier fiesta. Funplex, el single, es una espídica sátira de nuestra cultura de centro comercial, que combina referencias a Russ Meyer con un estribillo ("Oh, broke my heart at the funplex / Yes you did, yes you did") que nos recuerda lo patética que puede ser a veces la simulación hedonista a la que llamamos vida. Una vez más, "El Emperador de los Helados" se declara un blog gerontófilo: que los artistas más significativos de ahora mismo sean gente de edad respetable, como los B-52s o David Lynch, debería hacernos reflexionar.

A simple vista, la cultura de centro comercial podría parecernos algo típicamente norteamericano, pero no hay más que echarle un vistazo al tiempo de ocio de la juventud española de extrarradio para comprobar que eso no es del todo cierto. De hecho, el centro comercial más grande del mundo no está en Estados Unidos, sino en China: bautizado como el South China Mall, se trata de una superficie de 600.000 metros cuadrados, divididos en zonas temáticas (Roma, París, Amsterdam, Venecia, el Caribe, California y Egipto) y con más de mil tiendas a disposición de sus clientes. La idea es que el mall se convierta en un espacio plenamente habitable, en una reconstrucción a escala de la sociedad que tiene mucho de parque de atracciones (el West Edmonton Mall de Canadá posee montañas rusas, casas encantadas y un acuario) e incluso nos permite viajar a otros países sin movernos del lugar donde hemos aparcado el coche, como el South China Mall. Si el Tom Hanks de "La terminal" vivía atrapado en un aeropuerto, ahora mismo se podría vivir en un centro comercial, como les ocurría a los protagonistas de "Amanecer de los muertos", remake y puesta al día de una de las primeras obras de ficción que diagnosticó, con una lucidez inconmensurable, nuestra vorágine consumista (George A. Romero también podría entrar en la categoría de abuelitos a la última, con su inminente "Diary of the Dead"). De hecho, el concepto de centro comercial como ecosistema idóneo para el horror sigue más vivo que nunca: al videojuego "Dead Rising" tenemos que sumarle una tendencia hiperrealista, la de los Dead Malls, que aúna el culto internáutico a los lugares abandonados con cierto tono elegiático, ya que a los seguidores de este fenómeno parece apenarles en exceso que antiguos templos del simulacro estén quedando obsoletos en favor de otros nuevos, como Wal-Mart o Target.

La fabulosa serie de televisión canadiense Mr. Meaty es, quizá, uno de los mejores retratos de esa adolescencia norteamericana que, desde los años 80, prácticamente ha aprendido los secretos de la vida en el mall. Su pareja protagonista vive atrapada en sus respectivos trabajos basura, con sueños escapistas que pasan por la oportunidad de rodar películas de serie Z y una serie de aventuras imposibles (viajes temporales incluídos) que siempre acaban con un retorno al orden bastante poco optimista. El secreto de "Mr. Meaty", como también de "Funplex", es que el narrador se pone siempre a la altura de sus personajes: por mucha ironía que haya en la voz de Schneider, su relato de corazones que se rompen en la cola del Taco Bell y vidas que se diluyen lentamente en ascensores de cristal nos es dolorosamente cercano. En ese sentido, quizá la gran obra maestra de la cultura de centro comercial sea "Mallrats", la primera que, gracias al contagioso cariño que profesaba por sus personajes, hizo que nos diéramos cuenta de que todos vivimos en una gigantesca superficie comercial, pero en una que (por suerte) hay hueco para el amor y la redención. En otras palabras, que el sentimiento verdadero consigue abrirse paso a través de cualquier simulacro.

2 comentarios

Sergio -

Otro aporte: Película de Woody Allen y Bette Midler de 1991 "Scenes for a Mall" (una de las pocas en las que Allen es sólo actor, y es dirigido por el gra Paul Mazursky): Un matrimonio de clase media-alta, se dirige a pasar un día en un enorme shopping. Allí se pelean, se confiesan infidelidades, comen, duermen, renuevan su vestuario, se reconcilian, practican sexo... en definitiva, hacen su vida al completo. Y además es una buena película!

Peter Knife -

"La idea es que el mall se convierta en un espacio plenamente habitable, en una reconstrucción a escala de la sociedad que tiene mucho de parque de atracciones"

Eso ya se le ocurrió a Howard Chaykin hace 25 tacos: repase "American Flagg".