Halloween ABC (IV)
S de Samhain: O el año nuevo celta. Durante el paganismo europeo, el 31 de octubre se consideraba el fin de la temporada de cosecha (verano) y el comienzo de la estación oscura (invierno). Las raíces de Halloween se encuentran en esta celebración de los antiguos druidas, que hoy en día sigue viva gracias a cultos como la Wicca o el neopaganismo. La conexión con nuestra víspera del Día de Difuntos está clara: durante Samhain, los druidas se comunicaban con los muertos y los espíritus visitaban los hogares de sus familiares. Con la llegada del cristianismo a Europa, la festividad se cambió en lo superficial, pero su base sigue vigente.
T de Tenorio, Don Juan: Libertino de leyenda y (probablemente) personaje más popular del teatro español, popularizado en 1884 por José Zorrilla, sobre la base de "El convidado de piedra" (circa 1630), de Tirso de Molina. Según la leyenda, Don Juan era un mujeriego amoral (y un excelente duelista) que acabó sufriendo la venganza sobrenatural del padre de una de sus desafortunadas conquistas. En nuestro país, es tradición representar la obra de Zorrilla en la víspera del Día de Difuntos, por su conexión con el mundo de los espíritus (es interesante señalar que esta es una de las pocas versiones en las que Don Juan no acaba siendo arrastrado a los Infiernos, sino que el autor se apiada de él). Otras versiones de este arquetipo son las de Lord Byron (cuyo romanticismo desatado lo convertía en víctima antes que verdugo), Moliére, E.T.A. Hoffmann, el Espronceda de "El estudiante de Salamanca" (1837), Baudelaire, Lorenzo da Ponte (en colaboración con Mozart), George Bernard Shaw, Gonzalo Torrente Ballester o Ingmar Bergman. En una vertiente más pop, Don Juan también aparece en canciones de Buddy Holly y Pet Shop Boys, por no hablar de su encarnación más insospechada: la que hace Bill Murray en el filme "Broken Flowers" (2005), de Jim Jarmusch.
U de Universal Horror: Durante cuatro décadas consecutivas, la productora en 1912 por Carl Laemmle se convirtió en la mayor fábrica de (dulces) pesadillas de todo el mundo, en la capital mundial del susto de calidad. Todo empezó con Lon Chaney, hombre de las mil caras y extraordinario actor de cine mudo, que maravilló al público con sus caracterizaciones para "El jorobado de Notre Dame" (1923) y "El fantasma de la Ópera" (1925). Él fue el mayor icono de la etapa de terror mudo, que también nos dejó trabajos como "El hombre que ríe" (1928) o "The Cat and the Canary" (1927), cuya mezcla de horror y humor se considera la primera piedra de lo que luego se conocería como la edad de oro del terror Universal, es decir, la década de los 30. En un país sumido en la Depresión, Carl Laemmle Jr. se encargó de ofrecer a los espectadores catárticos trenes de la bruja, que bebían tanto de la literatura gótica como del expresionismo alemán. "Drácula" (1931) y "El doctor Frankenstein" (1933) sentaron las bases, fundaron un star system y, además, acuñaron toda una iconografía del horror cinematográfico, que no tardaría en convertirse en lugar común. La buena racha continuó en los cuarenta, con la fibre de secuelas y nuevas incorporaciones a la galería de monstruos, como ese hombre lobo de Lon Chaney Jr. o el nuevo Fantasma de la Ópera (¡en color!). De todos modos, la fórmula empezaba a mostrar signos de fatiga: las cada vez más extravagantes ensaladas de monstruos abrieron una etapa de decadencia, que se hizo oficial con la entrada en escena de Abbott y Costello. Con todo, "Contra los fantasmas" (1948) y sus secuelas fueron éxitos para un estudio que aún fue capaz de engendrar otro clásico ("La mujer y el monstruo", 1954) durante la década de los 50. La llegada de la televisión y, sobre todo, de Forrest J. Ackerman convirtió a los monstruos de la Universal en auténticos iconos pop, estatus que siguen manteniendo (y cómo) a día de hoy. La Universal intentó un revival con la incomprendida "Van Helsing" (2004), aunque es posible que tenga más suerte con el inminente remake de "El hombre lobo", protagonizado por Benicio del Toro y Anthony Hopkins.
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